es dar el manual de instrucciones para superar las dictaduras con el menor número posible de víctimas. También da las señales de la llegada de una nueva dictadura o los signos del retorno a la dictadura. Todo esto, con el fin de evitarlos como la peste por el bien de los pueblos.
(La “masa crítica” para esperar que se modifiquen las decisiones políticas o que se derribe un régimen dictatorial, estaría en torno al 3,5% de la población.
Según el estudio de Erica Chenoweth, de la Universidad de Harvard USA. )
Las dictaduras, incluso las que parecen invencibles, pueden derrumbarse bajo la presión de una población determinada y movilizada, a menudo por medios no violentos.
Países como Estonia, Polonia y Filipinas lo han demostrado desde 1980.
Aunque las dictaduras persisten, se observa una tendencia hacia más democracia y libertad, aunque muchos países siguen siendo “no libres”.
Los esfuerzos por derrocar a las dictaduras por medios militares o mediante golpes de estado plantean graves problemas y corren el riesgo de perpetuar la tiranía.
La verdadera solución radica en el fortalecimiento de la determinación popular, la organización de grupos sociales independientes, la creación de una fuerte resistencia interna y el desarrollo de un plan estratégico de liberación.
La capacidad de los pueblos para liberarse es esencial, como lo demuestran los éxitos de la resistencia no violenta.
Algunos pueblos reaccionan ante la dictadura por medio de la sumisión o la conciliación, esperando salvar elementos positivos a través de las negociaciones.
Sin embargo, cuando se trata de cuestiones fundamentales como las libertades humanas, la negociación no suele ser una solución viable, ya que depende de la relación de fuerzas.
Los dictadores, motivados por el poder y la riqueza, a veces utilizan la negociación para debilitar a la oposición.
Sólo la resistencia activa, y no la sumisión o la negociación, puede derribar realmente una dictadura.
Las dictaduras, aunque poderosas, son vulnerables y pueden derrumbarse rápidamente bajo la presión de una resistencia determinada.
Para establecer una sociedad libre y pacífica se necesita una gran motivación y una estrategia bien pensada.
Los dictadores dependen de la cooperación de la población para mantener su poder. Sin esa cooperación, su poder se derrumba.
La fábula del «Maestro mono» ilustra cómo la toma de conciencia y la negativa a cooperar pueden destruir una dictadura.
Las fuentes del poder de los dictadores incluyen la autoridad percibida, los recursos humanos y materiales, y la capacidad para sancionar.
La resistencia organizada y la construcción de instituciones independientes pueden debilitar a las dictaduras, como han demostrado diversas resistencias históricas.
Las dictaduras parecen a menudo invulnerables, pero poseen debilidades comparables al «talón de Aquiles». Entre estas debilidades se encuentran la dependencia de la cooperación popular, la rigidez administrativa, las rivalidades internas y los errores de juicio.
Las fuerzas democráticas pueden explotar estas debilidades para debilitar el régimen. Al atacar estos puntos vulnerables, es posible hacer que una dictadura sea menos eficaz y más susceptible de derrumbarse.
La lucha conlleva riesgos, pero al centrarse en las debilidades aumentan las posibilidades de éxito.
La resistencia armada refuerza las dictaduras, mientras que la desconfianza política explota sus debilidades.
La desconfianza política evita el terreno de la violencia, moviliza a toda la población y puede provocar la descentralización del poder. Utiliza medios psicológicos, sociales, económicos y políticos, como huelgas, boicots y ralentizaciones o desaceleraciones de la eficiencia en el trabajo o noCooperación para debilitar las dictaduras.
La disciplina no violenta es crucial, porque toda violencia beneficia a los dictadores.
La transparencia es generalmente preferible al secreto, ya que refuerza el movimiento de resistencia.
Existen cuatro mecanismos de cambio: conversión, adaptación, coerción no violenta y desintegración.
La lucha no violenta favorece la democracia al ofrecer a la población medios de resistencia contra las dictaduras.
La planificación estratégica es esencial para la eficacia de la desconfianza política.
Las campañas de desafío político contra las dictaduras a menudo se inician de manera imprevista, desencadenadas por injusticias específicas. Aunque la espontaneidad juega un papel crucial, puede provocar reacciones brutales de la dictadura y fracasos.
La planificación estratégica, basada en un análisis realista de la situación, es esencial para movilizar eficazmente los recursos limitados de los movimientos democráticos. Esto incluye la definición de una estrategia global, la coordinación de los recursos y el desarrollo de tácticas y métodos adecuados.
Sin una planificación rigurosa, las acciones pueden fracasar, fortaleciendo así el poder de la dictadura.
Para aumentar las posibilidades de éxito, los líderes de la resistencia deben formular un plan de acción claro, encaminado a destruir la dictadura y establecer una democracia duradera. Esto requiere una evaluación precisa de la situación, la creación de una estrategia global y estrategias específicas derivadas de ella.
Es esencial comprender los diversos aspectos del conflicto y elegir medios de lucha adecuados, como la desconfianza política, que favorece una redistribución equitativa del poder.
La ayuda externa puede ayudar, pero la resistencia interna es primordial.
Las estrategias deben comunicarse ampliamente para motivar a la población.
La planificación también debe incluir campañas específicas para debilitar la dictadura, mientras se anticipa y neutraliza la represión.
Las fuerzas democráticas deben permanecer centradas en sus objetivos, a pesar de las provocaciones de los dictadores.
Para movilizar a una población impotente y asustada, es crucial comenzar con acciones de bajo riesgo y constructivas.
Las campañas dirigidas a temas simbólicos de la opresión pueden crear un sentimiento de poder entre la población.
Las campañas iniciales deben tener objetivos limitados y alcanzables para asegurar victorias progresivas y mejorar la moral.
La resistencia selectiva permite repartir los esfuerzos entre diferentes grupos sociales, manteniendo así la presión sobre la dictadura mientras se permite a otros grupos descansar.
Las acciones simbólicas iniciales, aunque limitadas, pueden preparar a la población para formas más sostenidas de no cooperación.
A medida que la resistencia se desarrolla, es crucial reducir el apoyo al dictador, incluso dentro de las fuerzas militares, evitando rebeliones precipitadas.
Es necesario reevaluar continuamente las estrategias para adaptarse a los éxitos o fracasos imprevistos, asegurando una progresión constante hacia la desintegración de la dictadura.
Las campañas de desafío político victoriosas debilitan progresivamente la dictadura, reduciendo sus fuentes de poder, como la cooperación y la obediencia de la población.
Las acciones simbólicas de repudio socavan la autoridad del régimen, y la falta generalizada de cooperación paraliza sus operaciones administrativas.
El surgimiento de instituciones independientes y la desconfianza masiva pueden llevar al colapso de la dictadura.
La planificación estratégica es esencial para garantizar una transición democrática sin dejar lugar a una nueva dictadura.
Los ejemplos históricos, como el de Polonia, muestran cómo una resistencia organizada puede conducir a la desintegración pacífica de un régimen autoritario.
Antes de la caída de una dictadura, los miembros del antiguo régimen pueden intentar desviar la lucha mediante un golpe de estado, pretendiendo derrocar la dictadura, pero en realidad tratando de instaurar un nuevo régimen similar o “renovado”.
En caso de golpe de estado, es esencial reaccionar rápidamente con la no cooperación y la desconfianza política para evitar la legitimación que buscan los golpistas.
Tras la desintegración de una dictadura, aunque se merecen las celebraciones, la vigilancia sigue siendo crucial para evitar una nueva tiranía.
Es preciso planificar una transición ordenada hacia la democracia, desmantelando las estructuras dictatoriales y estableciendo bases constitucionales sólidas.
Una nueva constitución debe ser clara y accesible, y se debe establecer un sistema de defensa democrática para proteger las libertades adquiridas.
La lucha no violenta refuerza la confianza y la autonomía de los oprimidos, facilitando la defensa de la democracia a largo plazo.
Hay tres conclusiones principales:
– La liberación del yugo dictatorial es posible;
– La reflexión y la planificación estratégica son indispensables para lograrlo; y
– Después de la liberación, es necesario estar muy atentos, seguir trabajando duro y permanecer disciplinados para garantizar la perennidad de la democracia.
La libertad que se obtiene mediante una lucha bien organizada de esta envergadura puede ser duradera. Esta nueva y bien merecida libertad puede ser mantenida por un pueblo tenaz, vigilante y comprometido,
A LA VEZ QUE SE DESARROLLA